¿Dudo? Sí, dudo.
Dudo porque mi llanto ya no nos pertenece, dudo porque este baile se ha acabado, y dudo porque mis manos ya no pueden entrelazarse con tus dedos.
¡Oh, mírenme! ¡He dudado otra vez de ti!
Dudo y dudo porque he de reconocerlo otra vez y el beso de su calor me agobia el clamor. ¿He de volver a esperarlo así? Tan impaciente, tan voraz, esa imagen que se desvanece en diminutas avecillas que revolotean en mí para convencerme en otra caída al abismo impaciente.
Dudas…
Volví a dudar triste y fugaz al creer un soplo candente de un latido insensato que creí fatigado y tranquilo ¡Pero no! No descansa y me incita a proclamar las estelas de un telar que me pertenece y que he dejado por miedo a verlo otra vez.
¿Es bueno que dude de esto?
No sé, no sé… Tratar es un verdadero tanque de mil emociones que se escapan a mi percepción. ¡Vamos! Da por hecho que se ha acabado y que unos nuevos labios te llaman en la oscuridad. Funestas son las dudas y dudo de ellas pues su alma se presenta otra vez ante mí, con otro cuerpo, otra sonrisa, otras palabras, otro ser…
Dudo ¿Y de qué?
Es… Es distinto muy distinto y dudo porque me ha dejado una canción que deseo escuchar de su voz intacto de dudas, una voz que me abrace y me lleve a los márgenes de una contienda deliciosa de puntos completos, una canción de bellísimos acordes de la cual nunca pude escuchar de sus fallidos intentos de proclamarme como suya.
Y dudo porque ya no dudo del que si es posible bailar otra vez.
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